Cuando era un niño de nueve años en 2001,
apenas conocía de una selección venezolana de fútbol que empezó a mercadearse
para luego convertirse en un patrimonio cultural de nuestro país.
Para mí ganarle a quien sea era una alegría y
cuando digo a quien sea es porque una victoria jamás estaba sobre el papel,
sabía que Venezuela iba a jugar y siempre era de esperarse una derrota, algo
más que eso siempre era ganancia y una gran satisfacción.
No es para menos, aquella selección con nombres
en su mayoría del ámbito local debía medirse en la eliminatoria más difícil del
mundo ante máquinas como Ronaldo, Batistuta, Aguinaga y Chilavert ¿a priori
debíamos pensar que Venezuela iba a ganar? Jamás, solo soñaba con una buena
actuación y quizás rasguñar un punto, eso era júbilo para mí.
Mucho ha cambiado desde entonces, la selección
cuenta con un grueso de jugadores militando en ligas importantes, lo que era
impensado hace 15 años hoy es una realidad, Rondón en la Premier League, Rincón
y Josef en la Serie A, Vizcarrondo en la Ligue 1 y Rosales en el fútbol
español. Son cosas que por lógica nos ubicaría en un mejor presente, lo curioso
es que no es así.
Cuando Noel Sanvicente tomó las riendas de la
selección me sentí entusiasmado, es un estratega ambicioso cuyo estilo es
bastante innovador para un país donde no suele jugarse al fútbol de cierta
forma. Antes de apostar por un extranjero, pensaba necesario agotar lo mejor
que se tenía en el territorio nacional y el mejor era "Chita".
Inició su proceso en un encuentro amistoso
contra una mundialista como lo era Corea del Sur, temprano a los 21 minutos
Mario Rondón embocó el primer gol del proceso y mi primera reacción fue
positiva, me dije "bueno, esto es lo que viene para nosotros". El
partido terminó en derrota 3-1 a favor de los asiáticos.
Pasó el tiempo y las derrotas empezaron a
colmar las credenciales de Sanvicente, por lo que uno pedía tiempo ya que no es
fácil implementar una idea ambiciosa en un corto lapso, para trabajar como lo
es el de las selecciones nacionales, así que estaba tranquilo, los resultados
con tiempo y trabajo llegarían.
Los fracasos empezaron a colmar el presente de
la selección, la decepción en la Copa América fue evidente, progresivamente la
selección venía mejorando sus actuaciones y en esta ocasión los liderados por
Arango se fueron en primera ronda.
En cuanto a las eliminatorias se perdieron los
dos primeros partidos del largo camino mundialista, el sueño de todos,
situación que no se daba desde aquellas eliminatorias rumbo a Alemania 2006
donde nuestro presente era otro. Sin duda, se empezó a sentir un salto atrás.
De pronto empecé a sentirme como aquel niño de
nueve años, que previo a cada partido esperaba una derrota y que soñaba con
simplemente hacer un buen papel, ese inocente conformismo era su anhelo cuando
Venezuela saltaba a la cancha.
No suelo basarme en estadísticas para
argumentar sobre temas de fútbol, considero que los números no representan gran
porcentaje de lo que se puede apreciar en una cancha, como si sucede en otros
deportes como el beisbol y el baloncesto, pero existen registros que son
interesantes para ser apreciados:
Primeros 15 partidos con Venezuela:
·
Páez:
5G-3E-7D │ 16GF/26GC (-10)
·
Farías:
6G-3E-6D │ 19GF/21GC (-2)
·
Sanvicente:
4G-1E-10D │ 14GF/30GC (-16)
Tomé los 15 primeros partidos de los últimos
tres entrenadores de la selección para comparar sus inicios y se evidencia una
mejora entre los procesos de Páez y Farías, la diatriba recae en Sanvicente,
que no solo estuvo por debajo que su antecesor (Farías), sino también ha tenido
un rendimiento más bajo que el de Richard Páez cuando tomara a la selección en
2001 con todas las variables en contra.
Lo que preocupa acá es que no hay síntomas de
mejora, perder es parte del juego, pero normalmente en la derrota hay algo
rescatable y errores que son corregidos, en la actualidad no se evidencia, se
cometen las mismas fallas y los resultados negativos prevalecen.
Ya no es pertinente pedir más tiempo para
"Chita", 15 meses en el timón de un equipo son suficientes para implementar
algo, el problema es que durante toda su carrera los resultados lo han
respaldado y hoy, cuando finalmente obtuvo el puesto soñado, el marcador le da
la espalda.
El retroceso en nuestro sueño mundialista es
evidente, irónico es que regresemos a donde empezamos, pero esta vez con más
recursos a favor (jugadores en Europa, Centro de Alto Rendimiento, patrocinios
importantes, etc).
La esperanza es lo último que se pierde, pero
por como pintan las cosas el final de este capítulo será el de siempre, acá
todos volvemos a ser niños y poco a poco nuestras expectativas se tornanán las
mismas que hace 15 años.